(CEV) "El Evangelio como me ha sido revelado", Vol. IX, p. 441
Jesús: «Ahora vamos a separarnos. Yo voy arriba, a orar. Quiero conmigo a Pedro, Juan y Santiago. Vosotros quedaos aquí. Y si os vierais en grave apuro, llamad. Y no temáis. No os tocarán ni un pelo. Orad por mí. " [...]
Luego Jesús dice:
Jesús: «Deteneos, esperadme aquí mientras oro. Pero no os durmáis. Podría necesitaron. Y os lo pido por caridad: ¡orad! Vuestro Maestro está muy abatido.»
[...] Pedro responde por los tres:
Pedro: «Puedes estar tranquilo, Maestro. Vigilaremos y estaremos en oración. Sólo tienes que llamarnos e iremos.»
Y Jesús los deja, [...] Este saliente de la ladera, que al principio tiene una altura de pocos decímetros, es cada vez más alto [...] Jesús prosigue hasta una voluminosa piedra [...]No mira a la ciudad, que aparece abajo, blanca toda bajo la luz lunar. Antes al contrario, le vuelve las espaldas. Y ora con los brazos abiertos en cruz, alzada la cara hacia el cielo. [...] Es una larga, ardiente oración. [...] verdadera elocución dirigida a su Padre.[...] Jesús está llorando [...] Luego anda. Regresa donde los tres apóstoles, que están sentados alrededor de su hoguerita de hornija. Los encuentra medio dormidos. [...]
Jesús: «¿Dormís? ¿No habéis sabido velar una hora tan sólo? ¡Tengo mucha necesidad de vuestro consuelo y vuestras oraciones!»
La agonía
Jesús: «¡Estoy en una angustia que me mata! ¡Oh, sí! Mi alma está triste hasta el punto de morir. ¡Amigos... ¡Amigos! ¡Amigos!»
[...] Jesús los mira... [...] suspira y vuelve a marcharse, al lugar de antes. Ora de nuevo, en pie con los brazos en cruz; luego de rodillas, como antes, curvado el rostro sobre las florecillas. Piensa. Calla...[...] Llama al Padre, cada vez con más congoja... dice.
Jesús: «Oh! [...] ¡Es demasiado amargo este cáliz! ¡No puedo! ¡No puedo! Está por encima de lo que Yo puedo. ¡Todo lo he podido! Pero no esto...[...] Pero, Padre mío, no escuches mi voz si pide algo contrario a tu voluntad. No recuerdes que soy Hijo tuyo, sino sólo servidor tuyo. No se haga mi voluntad, sino la tuya»
Permanece así durante un rato. Luego emite un grito ahogado y levanta la cara: es un rostro desencajado. Un instante sólo. Luego se derrumba, rostro en tierra, y se queda así. Un deshecho de hombre sobre el que pesa todo el pecado del mundo, sobre el que se abate toda la Justicia del Padre, sobre el que desciende la tiniebla, la ceniza, la hiel, esa tremenda, tremenda, tremendísima cosa que es el abandono de Dios mientras Satanás nos tortura... [...] Jesús gime, entre estertores y suspiros agónicos:
Jesús: «¡Nada!... ¡Nada!... ¡Fuera!... ¡La voluntad del Padre! ¡Eso! ¡Sólo eso!... Tu voluntad, Padre; la tuya, no la mía... [...] ¡Retrocede, Satanás! Lo dije la primera y la segunda vez. Vuelvo a decirlo la tercera: "Padre, si es posible pase de mí este cáliz. Pero, hágase tu voluntad, no la mía". Retrocede, Satanás. Yo soy de Dios»
[...]Se quita otra vez el manto y se seca las manos, la cara, el cuello, los antebrazos. Pero el sudor continúa. Él presiona varias veces la tela contra la cara, y la mantiene apretada con las manós;[...] La hierba del suelo está roja de sangre. Jesús parece próximo al desfallecimiento. [...] como si estuviera ya muerto- quédanle colgando los brazos, paralelos al cuerpo; y la cabeza, contra el pecho. Ya no se mueve. [...]
The Capture
Los tres [apóstoles], todavía atónitos, se alzan.[...] También los otros ocho están más o menos dormidos alrededor del fuego ya apagado.
Jesús: «¡Levantaos!»
dice Jesús con voz potente.
Jesús: «¡Mientras viene Satanás, mostrad al insomne y a sus hijos que los hijos de Dios no duermen!» [...]
[...] El tiempo justo de aparecer en orden a la vista de la chusma capitaneada por Judas, que irrumpe en el quieto solar y lo ilumina bruscamente con muchas antorchas encendidas: son una horda de bandidos disfrazados de soldados, caras de la peor calaña deturpadas por sonrisas maliciosas demoníacas; hay también algún que otro representante del Templo.
Los apóstoles, súbitamente, se hacen a un lado. Pedro delante y, en grupo, detrás, los demás. Jesús se queda donde estaba. Judas se acerca resistiendo a la mirada de Jesús, que ha vuelto a ser esa mirada centelleante de sus días mejores. Y no baja la cara. Es más, se acerca con una sonrisa de hiena y le besa en la mejilla derecha.
Jesús: «Amigo, ¿y qué has venido a hacer? ¿Con un beso me traicionas?»
Judas agacha un instante la cabeza, luego vuelve a levantarla... Muerto a la reprensión como a cualquier invitación al arrepentimiento. [...]La chusma, con un clamor hecho de gritos, se acerca con cuerdas y palos y trata de apoderarse de los apóstoles -excepto de Judas Iscariote, se entiende- además de tratar de prender a Cristo.
Jesús: ««¿A quién buscáis?» pregunta Jesús calmo y solemne»»
Soldados del Templo: «A Jesús Nazareno»
Mientras Él habla, Pedro se acerca al hombre que está extendiendo las cuerdas para atar a Jesús y descarga un golpe de espada desmañado.[...] El hombre grita que le han matado. [...]
Jesús: «Guardad esas armas. Os lo ordeno. Si quisiera, tendría como defensores a los ángeles del Padre. Y tú, queda sano. En el alma lo primero, si puedes»
Y antes de ofrecer sus manos para las cuerdas, toca la oreja y la cura. Los apóstoles gritan alteradamente... [...] Y el que no grita huye... Y Jesús se queda solo... Él y los esbirros... Y empieza el camino...